El júbilo es el resultado inevitable de la mansedumbre. La mansedumbre significa que el miedo es ahora imposible. ¿Qué podría entonces obstaculizar el júbilo? Las manos abiertas de la mansedumbre están siempre colmadas. Los mansos no experimentan dolor. No pueden sufrir. ¿Cómo no habrían de ser felices? Están seguros de que son amados y de que, por lo tanto, están a salvo. El júbilo va unido a la mansedumbre tan inevitablemente como el pesar acompaña al ataque.
Los maestros de Dios confían en Él y están seguros de que Su Maestro va delante de ellos, asegurándose de que no les acontezca ningún daño. Disponen de Sus dones y siguen Su camino porque la Voz de Dios los dirige en todo.
El júbilo es su himno de gratitud. Y Cristo los contempla también con agradecimiento. La necesidad que Él tiene de ellos es tan grande como la que ellos tienen de Él. ¡Qué gozo tan inmenso compartir el propósito de la salvación!
Cap. 4 Manual para el Maestro.Un Curso de Milagros.
[Características de los Maestros de Dios]
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