"Un tirano...
siempre está promoviendo una que otra guerra,
para que la gente tenga necesidad de un líder."
Platón
siempre está promoviendo una que otra guerra,
para que la gente tenga necesidad de un líder."
Platón
La frase de Platón siempre actual me trae a la mente figuras políticas que se han declarado en guerra contra "el terrorismo" o que se han instaurado contra "el capitalismo", o "el islamismo", o bien contra "el fraude electoral". Y aún cuando la lucha no sea de todos, el tirano la ha tornado un llamado universal que propaga a diestra y siniestra. Más hacia este último lado porque es en la siniestralidad donde yace el miedo. Miedo, motor que les nubla la vista haciendo que el tirano ante la nube enemiga extienda sus carpas protectoras.
Carpas, albergues de miedo y de miedosos que no saben que el cálido sol de la paz permanece aún cuando sus carpas lo quieran ocultar.
El tirano hace uso de tiempos inexistentes para preservar su dominio. Ya sea evocando el pasado para atizar temores y enconos con insistentes recordatorios de “me hicieron”, “me tornaron”; o bien, vuela al futuro del que regala visiones apocalípticas con las que mantiene el caos y la demencia paranoica en la que cualquier situación sirve para ratificar que se encuentra amenazado, que la guerra es inminente y se precisa de su liderazgo para salir bien librados.
El tirano desconoce de leyes salvo la suya, la única: “el que no está conmigo está contra mí”. El acotado marco legal del tirano no da cabida a negociaciones para que deje su trinchera de miedo. Con un tirano no se puede negociar, ni siquiera el tirano busca la negociación porque su postulado es “todo o todo”. La batalla del tirano es mortal, buscará preservar su poder a cualquier precio. No puede coexistir un tirano con ninguna otra forma de gobierno. Ni siquiera dará lugar a nuevas elecciones. En la tiranía, él es la ley, el gobierno y el pueblo. El es todo y los demás están -precisamente- de más.
El tirano en su cavernícola cruzada evitará a toda costa la luz. Cuando algunos de sus seguidores salgan de las carpas y alcancen a distinguir que las sombras filtradas por entre las ranuras no eran reales, que las imágenes con las que el tirano los cohesionaba eran tristes siluetas ajenas a la realidad y que los que viven dentro de ese cavernoso miedo están condenados a la esclavitud, aquellos hombres iluminados recibirán toda la descarga de ira del tirano que ve su reino amenazado.
Para mí, el tirano está aquí, es el EGO. El EGO que desea gobernar mi mente sustentando su dominio en el miedo por imágenes que no son reales, por sucesos que no están en el aquí y el ahora. EGO que pretende dividirme al otorgarme otra identidad. EGO que intenta amenazar mi paz, cuando la paz de Dios no puede ser amenazada y no existen carpas que la puedan ocultar.
Tengo el privilegio de ver en televisión reflejos de mi EGO en acción, distinguir su capacidad de confundir y derrocar; pero mejor aún tengo el privilegio de usar mi libre albedrío, convocar a elecciones y elegir de nuevo. No voy a negociar con el ego, pretenderlo sería darle cabida. Elijo de nuevo. Y en esta decisión, decido que sólo me gobiernan las leyes de Dios. Mi mente sólo piensa lo que pienso con Dios, ahí donde está la Verdad. Ahí donde no hay cabida para otra cosa que no sea la unión, la paz y el amor. Porque como dice Un Curso de Milagros “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En esto radica la paz de Dios”.
Carpas, albergues de miedo y de miedosos que no saben que el cálido sol de la paz permanece aún cuando sus carpas lo quieran ocultar.
El tirano hace uso de tiempos inexistentes para preservar su dominio. Ya sea evocando el pasado para atizar temores y enconos con insistentes recordatorios de “me hicieron”, “me tornaron”; o bien, vuela al futuro del que regala visiones apocalípticas con las que mantiene el caos y la demencia paranoica en la que cualquier situación sirve para ratificar que se encuentra amenazado, que la guerra es inminente y se precisa de su liderazgo para salir bien librados.
El tirano desconoce de leyes salvo la suya, la única: “el que no está conmigo está contra mí”. El acotado marco legal del tirano no da cabida a negociaciones para que deje su trinchera de miedo. Con un tirano no se puede negociar, ni siquiera el tirano busca la negociación porque su postulado es “todo o todo”. La batalla del tirano es mortal, buscará preservar su poder a cualquier precio. No puede coexistir un tirano con ninguna otra forma de gobierno. Ni siquiera dará lugar a nuevas elecciones. En la tiranía, él es la ley, el gobierno y el pueblo. El es todo y los demás están -precisamente- de más.
El tirano en su cavernícola cruzada evitará a toda costa la luz. Cuando algunos de sus seguidores salgan de las carpas y alcancen a distinguir que las sombras filtradas por entre las ranuras no eran reales, que las imágenes con las que el tirano los cohesionaba eran tristes siluetas ajenas a la realidad y que los que viven dentro de ese cavernoso miedo están condenados a la esclavitud, aquellos hombres iluminados recibirán toda la descarga de ira del tirano que ve su reino amenazado.
Para mí, el tirano está aquí, es el EGO. El EGO que desea gobernar mi mente sustentando su dominio en el miedo por imágenes que no son reales, por sucesos que no están en el aquí y el ahora. EGO que pretende dividirme al otorgarme otra identidad. EGO que intenta amenazar mi paz, cuando la paz de Dios no puede ser amenazada y no existen carpas que la puedan ocultar.
Tengo el privilegio de ver en televisión reflejos de mi EGO en acción, distinguir su capacidad de confundir y derrocar; pero mejor aún tengo el privilegio de usar mi libre albedrío, convocar a elecciones y elegir de nuevo. No voy a negociar con el ego, pretenderlo sería darle cabida. Elijo de nuevo. Y en esta decisión, decido que sólo me gobiernan las leyes de Dios. Mi mente sólo piensa lo que pienso con Dios, ahí donde está la Verdad. Ahí donde no hay cabida para otra cosa que no sea la unión, la paz y el amor. Porque como dice Un Curso de Milagros “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En esto radica la paz de Dios”.
©Fabiola de la Paz
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