El miedo es...
Me topé con esta sentencia (oración) y wow… ¡todo hizo sentido!
“El miedo es un síntoma de tu profunda sensación de pérdida.”(T. 12.I.9)
Veamos.
Ahí donde el miedo incluye la desolación, la preocupación, la tristeza, el estrés, la depresión, la intranquilidad, etc. La sentencia me dice que ese miedo es un “síntoma”, es decir que el miedo no es el causante, no es la causa, el miedo es un mero indicio, ¿de qué? “de una profunda sensación de pérdida”.
Jesús en UCDM usa la palabra “profunda” para enfatizar la intensidad, siendo que en esta sentencia se refiere además a lo recóndito, a lo arraigado, se trata de una “sensación de pérdida” profunda porque si estuviera en la superficie quizá ya la habría erradicado; precisamente esa profundidad me obliga a necesitar ayuda -que suenen las fanfarrias, “ta-rán”- el Espíritu Santo llega a mi consuelo.
Su voz subraya de la sentencia la palabra “sensación”, al tiempo que me recuerda que en el mundo real es imposible perder.Wow.
Voy de asombro tras asombro, definitivamente.
Resulta entonces que el miedo no es más que un indicador de una arraigada idea de que se puede perder.¿Arraigada?
¡Arraigadísima! Desde la creación del mundo.
El llamado ciclo vital no es otro que un ciclo a fenecer, a participar en la pérdida de la vida, la única certeza que se tiene en este mundo al nacer es la de la muerte. Leyes del mundo. Ni hablar. (Recomiendo la lectura Más allá de este mundo)
Esta terrible idea de que se puede perder -además de que tornaría a Dios en injusto-, conlleva la sensación de que soy un ser vulnerable, indefenso, propenso a ser atacado, y si me creo capaz de ser atacado no me queda otra salida que el atacar, creyendo que en ello va mi defensa.
Me defiendo mediante juicios, todo juicio es un ataque supuestamente justificado por la idea de que es posible perder, todo juicio es manifestación de miedo. Y hoy sé qué es el miedo.
Lo terrible y demente de este asunto es que entre más me defiendo, más afianzo la subyacente “sensación de pérdida” y menos contribuyo a encontrarme libre de miedo. Es un círculo vicioso que las leyes del mundo comprueban, las leyes del mundo una y otra vez me dan testimonio de que si no me “defiendo” puedo ser atacado por “la enfermedad”, o por “mis enemigos”, o por mi jefe, o por mi vecino, o por los políticos, o por los migrantes, o por los automovilistas, o por mis hijos, o por mi pareja, o por… ¿te das cuenta?
Los juicios sólo han servido para separarme más y más, y en esa aparente separación se pierde de vista la paz y persiste el miedo.
Ya dice UCDM que sólo podemos experimentar dos emociones: el amor o el miedo. Y sólo una de ellas es real. De hecho UCDM dice que: no pretende enseñar el significado del amor, pues eso está más allá de lo que se puede enseñar; pero que pretende despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor.¡Y qué obstaculote tan grandote es la idea de que es posible perder! Por causa de esa idea mi mente se distrae del presente y vuela al futuro preocupada por aquello que cree que puede perder: como el trabajo, la salud, la pareja, la solvencia económica, la reputación, el juego, la aceptación de los demás, en fin cualquier cosa, situación o persona que tema perder puesto que la tengo en gran valía. ¿Gran valía?
¡Claro! Por supuesto que lo tengo en gran valía, de lo contrario no me importaría perderlo. Esto me lleva a pensar que valorar es aplicar un juicio mental a algo considerándolo “preciado”; de ello comprendo el por qué todo mundo defiende su “tesoro”. Afortunadamente el Espíritu Santo, siempre presente, me insiste: ¿qué puedes ganar al apreciar lo que no es real? ¿qué puedes perder si renuncias a lo que no es nada?
Wow, cuántas batallas he librado para “preservar”… …¡todas! No hay lucha, batalla, guerra o esfuerzo mundano que no se haga en función de preservar y eso por la subyacente idea de que es posible perder.Wow, insisto, voy de asombro en asombro.
Esto es una sacudida, el curso de milagros es una sacudida para cuestionar todo cuanto el ego valora, puesto que esos son los obstáculos que me impiden experimentar la presencia del amor.
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¡Genial sacudida!
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