Llegó la hora de sentarme a escribir, para -para variar- agradecer. Esta ocasión por la hermosa sesión que tuvimos. Gracias. Me encantó repasar la lección 75, no hay lugar para los resentimientos aquí donde el perdón impera humildemente. Tampoco hay para dónde hacerse, la luz ha llegado y no puede ocultarse, se brinda a todos porque nada queda excluido del todoabarcador poder del amor eterno.
¿Qué dice mi cara al respecto?
Elocuente mi rostro expresa por si mismo las palabras que callo.
¿Tiene mi faz la expresión de la vida que me llena?
¿Por qué habría de importarme si mi semblante refleja o no la paz de Dios?
Simplemente porque mi semblante es eso: una semblanza de mi interior. Aquí donde toda imagen exterior no es sino reflejo de la condición interior.
La fuente, el oasis,
el río de agua viva,
el plácido mar de la paz.
La luz ha llegado,
ilumina tu rostro
y en consecuencia
ilumina al mundo entero.
Fa
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